miércoles, 1 de enero de 2014

El juego de la manipulación

Lejos queda del pensamiento de cualquier ciudadano, mínimamente interesado por la realidad que le rodea, la certeza de que los medios de comunicación actuales se ajustan a su definición estándar: informar y comunicar al mayor número de personas. Tenemos a nuestro alcance miles de herramientas para conocer la actualidad, desde lo que ocurre en el propio vecindario hasta en el país más lejano. Podemos opinar, criticar, investigar, leer desde nuestra casa sin que nadie nos coarte o nos lo impida. El abanico es tan amplio que rara vez somos conscientes de ello. Sin embargo, todo esto no es cierto. Es una falsa ilusión, una impotente utopía. 

Si las condiciones expuestas fueran ciertas, ¿por qué seguimos siendo una sociedad desinformada, manipulada, anestesiada? ¿Por qué nos movemos dentro de las líneas que nos son trazadas sin cuestionarlas? Precisamente por eso, porque el modelo comunicativo actual sigue las directrices del gran marco de valores e ideales inherentes al sistema vigente. Sigue sus objetivos y sus intereses, se haya completamente a su servicio, no al nuestro. Los medios de masas no responden a las necesidades de la población, ya que explotan un solo enfoque, un solo camino y una sola dirección para que se tenga una única, hegemónica y monopolizada visión del mundo. ¿Cómo podrían permitirse los agentes económicos, financieros y políticos dominantes una libertad real de prensa? Inmediatamente nacerían los cuestionamientos, las críticas, las alternativas (lo cual, aunque en porcentajes insuficientes, existe). Pero lo más alarmante y en lo que pretende centrarse esta entrada, no es por qué lo hacen ellos, sino por qué se lo permitimos nosotros.

Comprobamos día tras día que el objetivo de los medios no es la búsqueda de la verdad, la objetividad y el pensamiento crítico, sino la obtención de un beneficio y el mantenimiento de un negocio a través del sensacionalismo mezquino, las noticias sin importancia y la mentira. Pero detrás de esta fachada que poco a poco se va derrumbando y ya hemos descubierto, ya que cada vez somos más conscientes de que esto ocurre diariamente, se esconde el otro objetivo, el más maquiavélico, el por qué de esta desinformación. Esta fachada externa de adulteración de la realidad es alarmante, pero más lo es el objetivo de ésta. No es un simple negocio, no es sólo que el periodismo basura sea más barato y venda más, sino que además se consigue un doble objetivo con un trasfondo mucho más trascendente e importante: controlar la forma de pensar de la población. Los Estados, al poseer el monopolio legítimo de la fuerza, lo utilizan para controlar físicamente a las personas, estableciendo fronteras y límites, dónde pueden estar, por dónde se pueden mover, cuándo podrán ir a determinados lugares y a qué horas. Pero mucho más difícil de controlar son las ideas, el pensamiento, la mente de la población, lo cual es la verdadera arma y para el poder, el verdadero peligro. Sin embargo esto también ha quedado solucionado con la presencia, cada vez mayor, de los medios tanto en la esfera pública como privada de nuestras vidas. 

El cuarto poder, no llamado así en vano por Burke, ha conseguido no sólo reflejar la opinión pública, sino crear esta misma opinión pública. De tal modo proporciona casi la totalidad de la información de la que disponemos en cualquier momento, sin que existan opciones o alternativas, lo que da lugar a corrientes de pensamiento únicas y dirigidas. Existe información para todo y para todos. Sin embargo, frente a la aparente pluralidad llevan en sí el mensaje ideológico de la sociedad moderna y sirven de instrumento de unificación y de propaganda. Y es en este punto crítico en el que nos encontramos actualmente, en la paradoja de que casualmente los países más democráticos del mundo y con mayor libertad de prensa, son los más pasivos e inmutables ante cualquier situación injusta. Convirtiendo así a su población en simples autómatas obedientes que siguen con la mirada el dedo que señala el Sol que les ciega. 

Se criminaliza a la población y sus protestas, se silencian noticias que pueden despertar sentimientos de crítica o que pueden no ser tan rentables, se tergiversan los conflictos en pos de intereses, se silencia cualquier brecha que cuestione los cánones establecidos... En definitiva, se siguen una serie de reglas que acallan conciencias o que consiguen que aceptemos lo inaceptable (*). Incluso las voces antisistema, las que van a contracorriente forman parte del propio juego del sistema, ya que ayudan a que se piense que sí existe una libertad real o una posibilidad de cambio. La lucha más revolucionaria, la crítica más acerva, incluso esta entrada, se mueve dentro del mecanismo establecido por los medios de comunicación y sus titiriteros.

Basta con tres ejemplos de conceptos muy presentes en las sociedades actuales y que salen cada día en los medios de comunicación, para ver cómo se modifica y adultera la realidad en beneficio propio: democracia, terrorismo y libertad de expresión. 

Con el primero, han conseguido establecer la idea de que un sistema democrático, en rasgos generales, es todo aquel en el que se vota cada "cuatro" años. ¿Cómo va a existir democracia si los ciudadanos no tienen garantizada su subsistencia, su trabajo, su educación o su sanidad? ¿Cómo va a existir si a la población no se le otorgan mecanismos de participación directos y efectivos? Es incluso irónico que la prensa se refiera a " países democráticos occidentales" cuando en ellos existen hoy en día importantes índices de pobreza o de violencia de género, o cuando se dice que la India es la democracia más poblada del mundo cuando niños mueren de enfermedades que podrían curarse con una simple vacuna o medicación. Sin embargo, es mucho más producente para cualquier dirigente hacer creer que la democracia como tal está ya consolidada y por ello no es necesario luchar por construir una realidad justa y verdaderamente democrática. El concepto terrorismo es otro ejemplo perfecto del abuso y manipulación de algunos términos por parte de los mass media. La definición de éste hace referencia a la dominación del terror o la realización de actos que lleven a éste. Por ello, terrorismo no es la lucha de un pueblo contra la ocupación, ni la lucha armada cuando no existen otras vías de participación política, como se intenta imponer. Terrorismo son legislaciones que criminalizan protestas pacíficas si afecta negativamente a alguno de los ámbitos del poder (como la actual en EEUU que consiera terrorismo una protesta si afecta perjudicialmente a una empresa, o la Ley de (In)Seguridad Ciudadana en España). Terrorismo son ocupaciones y expropiaciones masivas de tierras y viviendas a población sin recursos por parte de Estados y fondos financieros. Terrorismo es explotación de niños y mujeres sin ningún tipo de seguridad laboral y bajo condiciones pésimas por parte de multinacionales. El terrorismo estatal y policial es mucho más frecuente que cualquier otro, sin embargo, los miradas sólo se dirigen hacia el que no perjudica de forma directa a un Estado, región o dirigente. Como dijo Malcom X, "si no estás prevenido frente a los medios de comunicación, te harán amar al opresor y odiar al oprimido." Y por último, lo referido a la libertad de expresión. ¿Por qué se dice que hay libertad de expresión en países donde la gente muere de hambre y no sabe leer? Hablarle de libertad de expresión a alguien a quien no se le ha enseñado a leer es como decretar la libertad de movimiento a un parapléjico y creer que se la ha resuelto sus necesidades de desplazamiento. Por no hablar de la relativa libertad de expresión de países democráticos y avanzados.

En resumen, es tan grande el poder de los medios de comunicación que está más presente incluso en la vida cotidiana que el resto de poderes (políticos o económicos).Y gracias a esta intervención absoluta en la esfera personal de toda sociedad, se consigue la tan ansiada obediencia necesaria para el sistema. Esa obediencia, de la mano de la producción y el consumo, se convierte en el tríptico que domina nuestras vidas. Mientras tanto, mientras se nos enseña a obedecer, a no cuestionar, a no pensar por nosotros mismos, los círculos de poder y sus redes globalizadoras se extienden hegemónicamente cada vez más sin encontrarse ningún tipo de oposición. Con ello, la sociedad y su poder van quedando poco a poco anulados. Además, empequeñecemos ante una economía basada en la especulación financiera y en las actividades deslocalizadas e intangibles y nuestro papel como mano de obra productora, como motor de cambio y de avance, pasa a un segundo plano. Nos convertimos en lo que les sobra, no en lo que les falta. 

Sin embargo, pese a la realidad desoladora que parece nos va a acompañar durante mucho tiempo, no está todo perdido. Que se produzca un cambio está en nuestras manos, en las de la sociedad en su conjunto. Debemos crear una conciencia colectiva crítica y consciente del inmenso poder de la base del sistema, nosotros. Fomentar más aún cualquier medio de información alternativo, cualquier visión que se escape un poco de la común, legitimando fuentes, analistas, intelectuales y valores diferentes. Denunciar la manipulación de los grandes medios e informar de lo que ellos silencian, y así acabar con los mitos sagrados del modelo político y comunicacional dominante.

Es necesario romper con esa rígida moral que repite siempre los mismos dogmas y soluciones pero que es incapaz de cambiar nada. Pero para romper con este ideario también hay que perder el miedo, el miedo a conocer, a saber la verdad, a decir lo que se piensa, a denunciar las injusticias, a perder los privilegios y comodidades... Romper con ese miedo que nos atenaza y nos impide buscar cambios reales más allá de los predeterminados por el propio sistema capitalista. Hace falta una respuesta, y hace falta ya.







(*) Las 10 reglas de la manipulación mediática, Noam Chomsky.
1. La estrategia de la distracción.
El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción, que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. “Mantener la Atención del
público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales” (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas’).
2. Crear problemas, después ofrecer soluciones.
Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

3. La estrategia de la gradualidad.

Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que  condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
4. La estrategia de diferir.

Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad.
La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar
engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad” (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas’).
6. Utilizar el aspecto emocional más que la reflexión.
Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…
7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad.
Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores” (ver ‘Armas  silenciosas para guerras tranquilas’).
8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.
Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto, malhablado, admirador de gentes sin talento alguno, a despreciar lo intelectual, exagerar el valor delculto al cuerpo y el desprecio por el espíritu…
9. Reforzar la autoculpabilidad.
Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus
capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. ¡Y, sin acción, no hay revolución!
10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen.
En el transcurso de los últimos 50 años,los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la  mayor parte los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.
















lunes, 4 de marzo de 2013

Cultura y eduación

Qué lejanos quedan aquellos tiempos en los que nuestros dirigentes estaban convencidos que la mejora del nivel cultural y la construcción de una educación libre y laica, era una necesidad. Tiempos de República. 
Uno de los objetivos más loables e importantes que se iniciaron en ese período. Reformas que tuvieron una gran transcendencia popular a las que se dedicaron muchos recursos.
La cultura es un derecho universal. Y tomando este lema, apoyados por numerosos intelectuales y artistas, se promovieron campañas culturales destinadas a los sectores más humildes. Las llamadas Misiones Pedagógicas. Claro está que la brecha comparativa de alfabetización y educación de esos tiempos con los de ahora es muy grande. Pero salvando las distancias, esa obra educativa y cultural, es aplicable ahora también.
Aquellas Misiones Pedagógicas, formadas por grupos ambulantes de estudiantes, profesores e intelectuales que se recorrían la España de esos tiempos, con bibliotecas, conferencias, cines y teatros a cuestas. Qué utópico suena ahora...

En nuestra moderna y hedonista sociedad, ¿dónde queda el fomento a la cultura, al pensamiento crítico? ¿De verdad que en 80 años, en lugar de haber avanzado, hemos involucionado? Bibliotecas, cines, museos, auditorios... Los hay, sí. Y en general, "al alcance de todos". Vamos a dejarlo ahí.
Hace mucho tiempo, por no decir nunca, que no escucho a ninguno de nuestros políticos decir cosas como "hay que promover la cultura entre los ciudadanos", "no debemos ser una sociedad pasiva y bobalicona". Sabemos que el interés del poder es el de una masa inculta porque es mucho más manejable. Mientras exista este sistema en el cual la desinformación es nuestro pan de cada día, ningún "representante del pueblo" pondrá el grito en el cielo para que dejen de engañarnos y manipularnos. Solo hay una única salida posible: leer, informarse, cuestionarse, PENSAR. Por nosotros mismos. Hay que rescatar ese espíritu de las Misiones Pedagógicas. Hay que tomar conciencia de que depende de nosotros que las cosas cambien. De nadie más.